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Cultura

Sobre “Muerte de la paloma”, de Ricardo de la Vega

Ricardo De la Vega, "Muerte de la paloma", 2021. Cortesía

Ricardo De la Vega, "Muerte de la paloma", 2021. Cortesía

Ricardo de la Vega ha dado un empuje notable a su poesía con su nuevo libro, Muerte de la paloma. Ha elevado su importancia en las letras paraguayas con este trabajo refrendando la calidad que apuntaba desde su presencia en el Taller Manuel Ortiz Guerrero, de la que salieron nombres fundamentales para las letras como Moncho Azuaga, Lisandro Cardozo, Victorio Suárez, Delfina Acosta, Mario Rubén Álvarez y Amanda Pedrozo, entre otros. Desde aquel poemario titulado Sin opciones después de la cena en 1985, publicado por Ediciones Taller, no ha dejado de estar presente en la vida literaria del país, incluso como narrador con Los hombres ya no invitan a cenar (2001). Pero sobre todo es poeta, e incluso su actividad lírica ha derivado en la dirección de Tren Rojo, una de las revistas más interesantes del panorama poético paraguayo, necesaria para entender la evolución de su literatura contemporánea. Su obra ha crecido continuamente en cantidad y en calidad.

Y es lo que apreciamos en Muerte de la paloma, su nuevo poemario editado por Arandurâ. Ha sido un lujo recibirlo porque es un salto importante en su trayectoria. Su voz entusiasma porque permite apreciar que la lírica no solo expresa egos y exclamaciones interiores sino que también designa la realidad. De la Vega ha construido un poemario que aúna lo social y lo personal. Está en él el Paraguay actual y cuestiones vitales sustanciales. Para ello ha afirmado su voz incluso con un prosaísmo justificado porque la denotación lo necesita para que la connotación fluya, huyendo de reglas de escritura que no tengan más que valor formal.

Recuerdo su obra Cuídame el corazón porque era convivencia de tendencias; una convivencia de poéticas donde el silencio alternaba con la experiencia, aunque manteniendo su distancia. En su introducción, titulada “Oficio peligroso”, defendía la poesía como valor ético, dejando en tela de juicio que se considerara como evasiva en un Paraguay lleno de injusticias. Este valor social en comunión con lo personal da mucho valor a Muerte de la paloma. Aunque para ello haya optado por un prosaísmo en los versos, no exento de compulsión lírica, para llegar con posterioridad al pensamiento íntimo e incluso a la expresión elegíaca, rematada con un poema final realmente conmovedor, “El abrazo final”, después de que en el anterior reivindicara aferrarse a la invención de la palabra para llegar a la sinceridad.

El libro se divide en tres partes: “Una sola palabra”, “La épica humana” y “El abrazo final”. El tiempo y el amor vuelven a ser dos de sus preocupaciones. Pero también la situación del Paraguay. Con respecto al presente del país, se aprecia el desencanto y el descreimiento ante la realidad: sigue siendo el mismo país de hace cincuenta años con sus asignaturas pendientes. “Ahora estoy libre y lúcido como los cadáveres”, nos dice en el poema “La piel enardecida”, y ello le permite rebelarse contra “un país nonato en posición fetal”, donde “la muerte escupe hacia el horizonte”. Por los poemas de la primera parte desfilan episodios, casi siempre tristes, del presente paraguayo, con el recuerdo vivo de aquellos que lucharon contra la dictadura de Stroessner. Poemas de compromiso, con temas pendientes desde siempre como la reforma agraria, con preguntas sobre Rubén Villalba, el líder campesino. Con reproches duros a los presidentes del país (juega con la palabra “Ovispo”), la falta de soluciones siempre cubiertas con las palabras (o palabrería) y nunca con hechos, el oportunismo político donde solo se acuerdan de “agarrar tu voto y salen corriendo”, o el estado del periodismo paraguayo, acomodado al poder y al sueldo del poderoso propietario. Incluso los hijos de la dictadura han heredado el poder. Una respuesta escéptica de quien realmente ama al Paraguay.

Ricardo De la Vega, "Muerte de la paloma", 2021. Cortesía

Ricardo De la Vega, Muerte de la paloma, 2021. Cortesía

La segunda parte se inicia con un lamento por la desconsideración hacia el oficio de poeta: “escribir poesía es estar desempleado / como cuidar un auto o limpiar parabrisas”. La indigencia de quienes trabajan la palabra choca con la marginación social. El tono elegíaco aparece con potencia, en “Un pedazo de universo”, dedicado a Vicente Páez, “El abuelo inmortal”, en recuerdo del querido Chester Swan, o “Carta a Carlos Colombino”, demostrativa de la supervivencia frente a la desaparición física cuyo mejor ejemplo es este protagonista de la cultura paraguaya. Pero la belleza pasa en la dura batalla de la vida. La muerte es el destino final y sobre ese tránsito se centra el verso de Ricardo de la Vega, con aliento vital aunque el mundo tengo olor fétido, como en el poema “Las inmortales”.

“El abrazo final”, además del susodicho poema de cierre, comienza con “Elegía”. Es cuando aparece el poeta convertido en hablante lírico desde su más profundo intimo. La poesía salva la vida y las cruces pueden no ser de madera sino de luz. Nada muere: cambia porque dura la épica humana. “Es un tambor mi pecho insomne”, exclama, y ahí es donde salta la voz del poeta.

Personalmente, creo que un verso puede valer un poemario. Porque constituya todo un universo en sí o porque quede grabado para siempre. “El hombre es un derivado de la noche” se ha incrustado en mi memoria. Realmente venimos de la oscuridad y podemos estar rodeados de noches. Sin embargo, hay una esperanza de ver la luz. Es lo que uno siente al terminar de leer un poemario de perspectivas diferentes, donde lo social y lo íntimo conviven, y donde se aprecia la orfebrería de la palabra, demostrando que lo prosaico puede ser poético. Y lo poético puede ser prosaico. O caer en el prosaísmo como una parte de la poesía actual que carece de la inmortalidad del verso de Ricardo de la Vega. Genial Muerte de la paloma. Averigüen el significado del título.

 

* José Vicente Peiró Barco es doctor en Filología Española por la Universidad Nacional de Educación a Distancia; su tesis doctoral fue “La narrativa paraguaya actual (1980-1995)”. Es crítico de artes escénicas del diario Las Provincias, de Valencia (España). Ha realizado diversas ediciones críticas y ha colaborado en revistas como StycomithiaEpiskenion.

 

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