Cultura
“La moneda”, un cuento de Jeu Azarru
“Latinoaméricaeditada” es el título de la antología de ficción publicada recientemente por Arandurã. La misma reúne autores de diez países sudamericanos, entre ellos los paraguayos María Irma Betzel y Jeu Azarru (Juan Eduardo de Urraza), cuyo relato compartimos aquí. La obra será presentada hoy en la FIL Asunción.

Cortesía
Juan estaba en el aula durante la clase de estudios sociales, esperando que sonara el timbre de salida que lo liberara del tedioso estudio y del calor insoportable que los ventiladores de techo no llegaban a eliminar o disminuir totalmente. Una gota caliente le surcaba el rostro adormecido sobre el pupitre. Ya había terminado su tarea, y tenía permiso para dormitar mientras los demás compañeros seguían entresacando datos del voluminoso manual de quinto grado, el cual era un libro único que aunaba todos los contenidos de todas las materias, en un cómodo pero muy pesado lugar.
El niño tenía completamente planeada su salida… Apenas sonara la campana, correría rápido para ser el primero en llegar a la puerta y así comprar un heladito de diez guaraníes a Fer, el heladero que refrescaba a todos los jóvenes a la salida, lo que era una bendición en esos días de calor. El helado de Fer tenía algo de mágico y maravilloso, imposible de describir o comprenderse si uno nunca lo ha probado. Tenía dos colores, uno blanco y uno rosado, pero ambos sabían igual. Se debatía qué sabor era en realidad, algunos decían que piña, otros que solo crema, otros que era cítrico, pero probablemente no era más que sabor a esencia con edulcorante y nada más.
Juan observó con detenimiento la moneda que ya tenía lista para pagar por el helado y con la cual estaba jugando sobre el pupitre, al no tener nada mejor que hacer. La misma era pequeña y tenía de un lado la ilustración de una vaca, y del otro lado al general Eugenio A. Garay, aunque eso el niño no lo sabía y fantaseaba que era su bisabuelo, puesto que había una antigua foto de él muy parecida al señor de la moneda.
En ese momento, algo le llamó la atención: la fecha de la moneda decía 1994… Lo cual era muy extraño, ya que ese momento era 1985. Era una broma, o la moneda pertenecía al futuro. El niño no entendía mucho de eso, pero era un fanático de las películas de ciencia ficción de la época, como Bandidos del tiempo, Terminator, Regreso al Futuro y el Experimento Filadelfia.
La alarma de la salida sonó, y los compañeros de Juan salieron corriendo del aula, deseando nunca volver. Era viernes, así que el deseo de escapar raudamente era mucho mayor a lo habitual. Pero Juan no hizo caso a nada ni nadie. Seguía perdido en sus cavilaciones.
—¿Qué pasa, Juan? —le preguntó la maestra, mientras terminaba de ordenar sus papeles. Lo vio solo, sentado en su lugar, inamovible.
—Me quedé pensando, profesora, en que tal vez existan los viajes en el tiempo y hay gente que ya los está utilizando sin que nosotros lo sepamos. Así como se dice que hay extraterrestres entre nosotros, pero no lo sabemos.
—¿Y por qué pensás eso? —sonrió la maestra, acercándose a él.
El niño le pasó la moneda. La mujer la miró, pero no entendió a qué se refería.
—¿Qué tiene este diez guaraní? —le preguntó.
—Es de 1994… Dentro de 9 años…
La mujer puso cara de sorpresa, analizando más en detalle el pequeño trozo metálico.
—Es cierto. Supongo que será una broma de alguno de tus compañeros…
—No, yo traje ésta de mi casa. Mi mamá me dio. ¿Será que alguien del futuro trajo esta moneda cuando vino al pasado? Tal vez hace ya unos cuantos años que vino y pagó algo con esta moneda. Está desde entonces circulando por la ciudad. ¿Habrá traído más?
—Si yo viniera del futuro —pensó la maestra—, hubiera traído monedas más grandes, o billetes.
—Pero si vas a usarlos, tienen que ser los mismos que se usan ahora. No te serviría traer algo que es diferente, así como las monedas y billetes cambian, los del futuro no han de ser iguales. En Argentina pasó así hace poco nomás; mi abuela me mandaba pesos y ahora son australes. Los pesos ya no sirven más, pero si viajaras en el tiempo con australes a Argentina del año pasado o antes, nadie te los iba a aceptar, ya que aún no existían.
—Me sorprendés, Juancito. ¡Ojalá en tus exámenes de historia respondieras así las preguntas y supieras las respuestas! Es cierto, tenés razón. Pero para nuestro bien, si esta moneda fuera realmente del futuro significa que tendremos diez años de estabilidad económica, y que no nos pasará lo de Argentina o Brasil con la hiperinflación. ¡Esas son buenas noticias!
Pero, por otro lado —siguió pensando la maestra, luego de unos segundos de silencio—, sí podría haber inflación normal, como la que se acumula año tras año, y en diez años, un diez guaraníes puede valer una décima parte de lo que vale ahora. Eso sería muy buen negocio para un viajero en el tiempo, que podría, por ejemplo, venir y comprar dólares, con moneda que en su futuro no vale nada y multiplicarlos al llevarlos al futuro… De todos modos, no entiendo por qué no usar denominaciones más grandes, porque así es mucho trabajo, muy de hormiga, usando monedas tan pequeñas.
—Diez guaraníes es la base de todo ahora, profe —dijo el niño en un arranque de lucidez—. El helado cuesta diez, una trincha de pan cuesta diez, tres chicles cuestan diez… Demasiado se usa y nadie mira cuando le das. Billetes o monedas más grandes capaz sí miren…
—Tenés razón, pero igual me quedo con la teoría de que es un chiste de alguien. Si realmente la moneda viniera del futuro, plantearía demasiadas interrogantes. ¿Llegó sola o alguien la trajo, como pensamos, para hacer negocios? ¿Por qué Paraguay? ¿La máquina del tiempo es paraguaya? ¿O seremos la única economía estable de la región en el futuro? ¿O es un país donde creyeron que nadie se daría cuenta de lo que está pasando? O tal vez no puedan viajar, solo enviar objetos a su yo del pasado o algún familiar desde el futuro y nada más… ¿Por qué no hacer lo mismo con los centavos en Norteamérica?
—Y no sé, profe. Pero algo raro hay.
—Y bueno, deberíamos resolver el misterio, llevarle la moneda a alguien que entienda y que nos diga qué está pasando.
—¿A quién gua’u le vamos a mostrar? —rezongó el niño—. ¿A la policía? ¿A un coleccionista? ¿Al banco central? ¿A Stroessner?
—Y no sé. Tendríamos que pensar…
—Prefiero creer que llegó a mis manos para que pueda comprar mi heladito, sin importar su origen, eso es suficiente —dijo el chico colgando su mochila al hombro—, todo el resto dejémoslo así. Además, ¿para qué arruinar el negocio de alguien? ¡Bien cara le habrá costado la máquina del tiempo!
El niño salió del aula con la esperanza de que Fer aún no se haya ido, para poder por fin saborear su helado. Y la moneda de 1994 siguió pasando de mano en mano, así como muchas miles más, sin que nadie se volviera a dar cuenta. El negocio salió redondo.
* Jeu Azarru (Juan Eduardo de Urraza) se destaca por la narrativa de ficción científica y fantástica, tanto en relatos breves como novelas. Tiene diez libros publicados. Participó en la creación de las primeras revistas digitales del país (Delta, 1994; Hypermedia, 2000) y fue el primer autor paraguayo en publicar en formato digital.
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