Editorial
¿Quién nos gobierna?

Quedó demostrado que el actual Gobierno puede superar sus propias marcas de inoperancia. Lo acontecido esta semana, tras el exitoso operativo que perpetraron los efectivos de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) en la zona de Cerro Guazú, departamento de Amambay, donde se logró abatir al líder y fundador del autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), y luego permitir que el féretro de este ingresara a la cárcel de mujeres del Buen Pastor para que lo despidiera su hermana, Carmen Villalba, también fundadora del grupo criminal, solo puede ser calificado como un hecho irracional, absurdo y desprovisto de criterio alguno. En 24 horas tiraron por la borda su momento de gloria.
La cuerda siempre se suelta por el lado más fino. Un ministro de Justicia inexperto que tenía ocho horas en el cargo fue “invitado” a presentar su renuncia, ya que el presidente de la República no lo destituyó –hasta en este aspecto demostró su tibieza-; también renunció la directora del penal de mujeres de Asunción. Sin embargo, por parte del Ejecutivo u otros poderes, nadie salió a dar la cara tras el bochornoso hecho. Incluso se anunció una conferencia de prensa, así como el supuesto traslado de Carmen Villalba a otra penitenciaria, cosas que nunca ocurrieron. Fue un manejo inaudito haciendo a un lado objetivos de la Defensa Nacional.
Esto acontece cuando la principal autoridad del país está más ocupada en los compromisos electorales que en su verdadera función. Compromisos electorales dejando de lado el rol para el que fue electo, el de gobernar en beneficio de todos los paraguayos en carácter de presidente de la República. Es entonces que cae en designaciones improvisadas de ministros, realiza movimientos de piezas a favor de sus intereses políticos a futuro, dejando vacíos en su gestión que debe apuntar hacia el beneficio de los paraguayos, para quienes gobierna. Pero lo acontecido en esta oportunidad, con un féretro recorriendo, cargado por los propios policías, gracias a un dudoso permiso de la justicia y una criminal decidiendo si se quedaba o no en el penal, supera cualquier grado de entendimiento.
Quedó al descubierto –una vez más– que aquí no hay una línea de política de Estado a seguir y cada autoridad maneja los hilos de su propia gestión, y lo hacen mal sin nadie que los dirija o cuestione. Con esto se logra la degradación institucional en la cual se encuentra el Paraguay. Mientras en el norte los integrantes de las Fuerzas Armadas dan la vida, en Asunción son condescendientes con los criminales. Las familias víctimas del EPP viven con impotencia y temor, necesitan respuesta del Gobierno y no que este se doblegue ante criminales, cediendo a chantajes.
El presidente de la República está cosechando resultados, productos de las equívocas decisiones durante su Gobierno. Ante este último suceso ni siquiera tuvo la decencia de pedir disculpas a las víctimas de las bandas criminales y a la ciudadanía en general. Queda al descubierto que, para el Gobierno, la atención está en una campaña electoral -sin sentido- y violatoria a las mismas disposiciones nacionales, el mandatario tampoco previó las ausencias forzosas a las que se vería expuesto por involucrar a casi todo su gabinete en dicha campaña y que la complejidad de la vida nacional demanda la exclusiva atención y esfuerzo en el arte de gobernar el país, dejando la sensación de un vacío de poder y flotando la incógnita: ¿quién nos gobierna?
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