Conectáte con nosotros

Destacado

Cartes blinda a Abdo Benítez, pero protestas siguen acorralando al gobierno

Las masivas protestas ciudadanas acorralan al gobierno de Mario Abdo Benítez. Foto: Andrés Ovelar

Las masivas protestas ciudadanas acorralan al gobierno de Mario Abdo Benítez. Foto: Andrés Ovelar

¿Le alcanzará esta vez con el cartismo a Mario Abdo Benítez?, era la pregunta que predominaba este lunes en las redes sociales, luego de conocida la noticia de que la bancada de HC en Diputados no acompañará el juicio político al Presidente y Vicepresidente anunciado por las cuatro bancadas liberales, salvando una vez más a Abdo Benítez de la destitución.

El anuncio de los cartistas es, sin dudas, un balón de oxígeno para un gobierno que luego de tres días de protestas en Asunción y otras ciudades del país, no consigue recuperar el aliento y todavía parece no comprender la magnitud de la crisis y, sobre todo, los cambios que exige la ciudadanía movilizada en la calle.

Luego de la multitudinaria convocatoria del viernes pasado, a la que el gobierno respondió con una brutal represión policial y una caza de brujas digna de los viejos tiempos, Abdo Benítez se vio obligado a desprenderse de figuras muy cuestionadas en su gabinete, como el ministro de Educación Eduardo Petta, el jefe de Gabinete Juan Ernesto Villamayor, y el presidente de Petropar Denis Lichi.

El viernes, ya había destituido al ministro de Salud Pública Julio Mazzoleni, en un último y desesperado intento por descomprimir la crispación social y desactivar la protesta de esa tarde. Pero, la salida de Mazzoleni no fue suficiente. La protesta tuvo un pico de más de 25.000 personas antes de la intervención policial que fue seguida de violentas refriegas por el microcentro de Asunción, y dejó un tendal de heridos y varios detenidos.

La seguidilla de cambios resueltos por Abdo Benítez parece lejos de calmar a las multitudes, y tampoco convence a sus aliados cartistas, que a la par de renovarle el crédito, le hicieron saber que “no son suficientes”, tal lo expresado este lunes por el diputado Raúl Latorre.

El legislador se cuidó de mencionar nombres, pero al parecer el cartismo quiere las cabezas de los ministros del Interior, Arnaldo Giuzzio; de Trabajo, Carla Bacigalupo; Desarrollo Social, Mario Varela; Andrés Gubetich, presidente de IPS; Carlos Arregui, de la Seprelad; René Fernández, de la Senac; y el director de Yacyretá Nicanor Duarte Frutos, a quien los medios del expresidente mantienen bajo un fuego constante de acusaciones.

Según su colega Basilio Núñez, HC “no busca cargos en el gabinete”. Pero, a juzgar por las versiones filtradas de las reuniones que el cartismo mantuvo desde que estalló la crisis, las exigencias estarían mostrando otra cosa. De hecho, Abdo Benítez reemplazó a Petta, muy cuestionado desde siempre por HC, nombrando en Educación a Fernando Griffith, exministro de Cultura del gobierno de Horacio Cartes, una designación por demás criticada también por los gremios docentes.

La inclusión de más cartistas en el gabinete parece, en tal sentido, parte del trato por el juicio político. “Nosotros estamos expectantes, nuestra posición se va a dar en consecuencia a la respuestas del Ejecutivo y naturalmente, expectantes del libelo acusatorio”, aclaró Latorre.

El cuco comunista

La narrativa del gobierno acusa a la izquierda, representada en este caso por el Frente Guasu, y a los liberales efrainistas de la protesta ciudadana que lejos de aplacarse, promete subir de tono entre martes y miércoles con la supuesta llegada de miles de manifestantes de Ciudad del Este, Encarnación, y otros puntos del país.

Este lunes, sin ir más lejos, el secretario de la Presidencia, el utra-abdista Mauricio Espínola responsabilizó al líder liberal Efraín Alegre y al senador Fernando Lugo por los supuestos “infiltrados” de los cuatro días de manifestaciones, enredándose en disquisiciones sobre el Grupo de Puebla, que luego no supo terminar de explicar. Y, en lo que puede interpretarse como una velada amenaza de más violencia, afirmó que en el Ejecutivo desconocen “hasta cuándo” podrán impedir que “los correligionarios y amigos que apoyan este gobierno” salgan también a la calle, como si no fuera suficiente con la FOPE, la Montada y los carros hidrantes.

La convocatoria ciudadana no se detiene. Foto: Twitter

(Facebook)

La versión del gobierno sobre los “infiltrados”, instalada durante la represión del viernes, increíblemente por el ministro del Interior Arnaldo Giuzzio, un hombre que aparecía, por lo menos, emparentado con el progresismo, tuvo su inmediata respuesta en las redes. “Una señora mayor frente al Panteón de los Héroes con una piedra en la mano, en medio del gas lacrimógeno llorando, nos juntamos a darle sal, bicarbonato y agua. Cuando se le pasó el ardor, nos dice: ¿Saben por qué estoy acá?, mi hija enfermera falleció hace dos meses…”, contó en un tuit el usuario @GuillermoZeuzi. “No son infiltrados, están indignados y hartos de este sistema de mierda”, completó, entre cientos de tuits similares.

Como contrapartida a la versión oficial, las calles muestran a chicos muy jóvenes, hombres y mujeres de todas las edades, marchando, cantando, bailando. “¡Ya se va, ya se va, Marito ya se va!”, canta uno por el megáfono, y hace estallar a la multitud. Es un carnaval; no hay ninguna amenaza, nadie se siente en peligro; todo el mundo está convencido de la justicia del momento. Y acaso las únicas amenazas son las que provienen de las entrañas del poder político, decidido por lo que se ve a mantenerse a toda costa.

El relato del cartismo también se retroalimenta en la versión de los “infiltrados marxistas”. Pero, el cuco del comunismo ya no asusta como antes, y la realidad se pasea a la intemperie mostrando la dimensión del drama de vivir en un país donde una minoría privilegiada se enriquece a costa del Estado, o el crimen organizado, mientras la inmensa mayoría de la población no llega a fin de mes, casi ya no tiene Educación, o se muere de causas evitables en hospitales desfinanciados, y carentes de lo más elemental.

No es tampoco algo nuevo. La desidia por el patrimonio público viene de tiempos inmemoriales, y es mayormente monocromática, hay que decirlo. Hoy, es visible gracias a la tecnología, que también visibiliza la opinión ciudadana, y permite convocatorias masivas y espontáneas, producto del clamor colectivo, como las que vienen sucediéndose desde el viernes.

La suma de todo

El estallido fue consecuencia directa de la crisis sanitaria que hizo eclosión con el desabastecimiento de insumos y medicamentos para los pacientes con Covid-19 internados en UTI, en el Ineram y otros hospitales del país. “La gente no se muere por Covid, se muere porque no tiene dinero”, decía la adolescente Celeste Brítez, que tenía a su padre internado hacía 26 días, graficando al extremo  la trama de la Salud Pública en el país.

La olla venía juntando presión. El gobierno de Abdo Benítez nunca se recuperó de aquel primer escándalo por el acta secreta de Itaipú, en 2019, que además selló su suerte como rehén del cartismo para siempre. A partir de ahí, se sucedieron los escándalos, en Petropar, en Yacyretá, en Salud, en Educación, en Obras Públicas, en el Indert; con otra negociación secreta incluida, que tuvo repercusión internacional y salió hasta en el Washington Post, el diario que tumbó a Richard Nixon en 1974, también en marzo; prácticamente, no hubo cartera del Estado donde no se haya denunciado un hecho de corrupción desde que asumió Abdo Benítez.

La pandemia de coronavirus terminó por descubrirle el velo a la realidad. De pronto, los hospitales no dieron abasto; los muertos empezaron a contarse por docena todos los días; mientras el gobierno, preso de la inercia, sobrepasado, no reaccionó al clamor de médicos, terapistas, enfermeras; tampoco a la angustia de los enfermos, y de los parientes aglomerados afuera de los nosocomios, en sus propios territorios de necesidades. Las escenas se repitieron hasta el cansancio en redes y medios, y la indignación creció como bola de nieve, y cuando nadie se lo esperaba el país se disponía para otro marzo paraguayo memorable.

Es indudable que sin el cartismo no habrá juicio político. Los números otra vez no cierran. Pero subestimar la protesta ciudadana, o pensar en disolverla reviviendo a los pynandi, regando el terror, o abusando del uso de la fuerza pública, puede resultar siendo un bumerán y, lo que es peor, puede conducir a otro baño de sangre innecesario.

1 Comment

1 Comentario

  1. Ugo F.

    9 de marzo de 2021 at 14:15

    Comunistas, social democratas, ..socialistas al fin. Todos forman parte de una ideología del pasado, funesta, que está demoostrado que fue un fracaso en lo economico, en lo social y en lo politico y mató a más de 100 millones de personas por el mundo. Mba’e pico. ??.
    Este gobierno, ni el anterior, no son santos de mi devoción, pero yo lo que veo es que esta gente no quiere el cambio, quieren destabilizar cualquier gobierno (que éste sea blanco, rojo, azul..o lo que sea) que no sea Socialista. Entonces, lo que vemos en perspectivas es otra vez, antiprogreso, es retroceso, es nunca ser un país desarrollado. Dejen gobernar carajo. Idiotas. Y cuando sea el día de votación, ahi eligan a sus incapaces. Mierda de zurdos

Dejá tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Los más leídos

error: Content is protected !!